Mi real derecho a no votar
(dedicado a
los que insultan y chantajean a los abstencionistas)
Arrancó el circo electorero y con él la violencia de
los defensores del voto. En mi muro personal de facebook he posteado que no
votaré y esto me ha llevado a recibir múltiples críticas, chantajes y hasta
¡insultos! Pero es importante señalar un dato: lo han hecho, en un 99%, los que se dicen de izquierda, y muy
especialmente, los miembros y simpatizantes de Morena.
Estos defensores del voto no son defensores ideológicos
del voto o de la democracia electoral, sino defensores de su gallo, de su
partido, y creen que yo estoy obligada moralmente a votar por él, y cuando me
atrevo a decir que yo no voto ni por su gallo ni por ninguno, me insultan, me
maldicen y me chantajean con el petate del muerto: “es tu culpa que gane el
PRI”. No, señores, el PRI gana por quienes lo votan, por el fraude y porque existe un
sistema electoral que lleva a un partido al poder, no por los abstencionistas.
Primero, yo no le digo a nadie que no vote, pues es
una decisión personal; segundo, yo no insulto o critico a quienes votan, pues
es una decisión personal. Yo solamente señalo que no votaré, y hasta digo
porqué, aunque no tendría que justificarme porque no votar es mi real derecho.
Si creen que insultando el nivel de abstencionismo
bajará, están en un error, por supuesto, y, además, es una pésima estrategia política.
En lugar de convencer con argumentos, insultan a los que no votamos.
Además, qué les cuento: el gallo ganador es,
históricamente, la abstención; somos mayoría: el 40% del padrón.
No voto, pero en una elección en México, menos aún. La
inmundicia en el proceso electoral, además de ser el más caro del mundo, es
legendaria. El fraude es apoteósico, por tanto, no voy a sabiendas a que me
tomen el pelo, se burlen de mí y de mi voto. Si eso no es suficiente para no
votar, sumo a esto que la clase política en su conjunto me repugna, y Morena
está compuesta por mandos que han pertenecido a la clase política de este país.
Respeto a los militantes de base, siempre y cuando me respetan a mí. Pero los
dirigentes son parte de la clase política que tiene al país como está, pues vienen
del PRD y del PRI. No, la gente no se limpia de pecados cuando se bautiza en
las aguas de Morena; no, señores. Para empezar, recordemos que todos los partidos votaron en
el 2000 en contra de los Acuerdos de San Andrés. Pero, bueno, no tengo que
justificar mi abtencionismo electoral; simplemente no voto porque es mi real derecho.
¿Candidatos independientes? ¿Quiénes son? ¿Por qué voy
a delegar en alguien que no conozco el destino de mi país? ¿Por qué voy a
delegarlo en nadie?
Los defensores del voto me responden con aspavientos:
¿entonces qué hacemos? Si no hay líderes, partidos o clase política, no podemos
hacer nada. ¿En serio pensamos eso? Como muchos saben, yo defiendo la autonomía
comunitaria. Y eso es lo único con lo que comulgo: tomar las riendas de mi
comunidad junto con los miembros de ésta y decidir nuestro destino en
democracia abierta, no electoral. Pero no me extenderé en esto, primero, porque
no es el tema de esta entrega, y segundo, porque no quiero convencer a nadie de
nada.
Los partidos que pierdan las elecciones alegarán que
se hizo fraude. Esto es indignante, pues hoy ya saben que se hará fraude, así
que es incongruente participar en un fraude y después echarle la culpa de la
derrota al fraude. A menos que no les importe, pues lo que les importa es
seguir con el juego y seguir viviendo de él.
La política es un negocio, una profesión de la que vive la clase política, y yo no estoy dispuesta a legitimar con mi voto a personas que
viven de la política. Que con eso no acabo con este sistema perverso, claro que
no, pero al menos no colaboro a su continuidad.