"Truman": harta de los premios de cine; pobre Goya
Hoy amanezco
con la noticia de que a la película española Truman le han dado cinco Goyas, el
premio de cine más importante en España . Ni más ni menos que por mejor
película, dirección, guión y actores.
Bien, pues
hace cosa de dos meses, llevada por mi gusto por Ricardo Darín, me lancé a ver la
dichosa película. Resistí sólo porque tenía un compromiso
después y no quería volver a casa.
Llegué a la cena comentando
que hacía muchísimo tiempo que no veía una película tan aburrida, ilógica y
pretenciosa. Los personajes expresan reacciones absurdas constantemente; el tempo es aplastante
pues nunca pasa nada; y el perro, Truman, es olvidado por completo, a pesar de
ser, supuestamente, el centro de la vida del protagonista.
Un horror de
aburrimiento y sinsentidos, llena de clichés pretenciosos, pero eso sí, el guionista y
director sentía que estaba haciendo la obra de arte máxima, no cabe duda, pero
lo que hizo fue una bodrio que coló o porque se impuso su pedantería y el manido tema del moribundo de cáncer o porque está apoyada por
el cenáculo cinematográfico español.
El público me parece que se dice lo siguiente: como la
película cuenta la historia de un moribundo de cáncer, donde nadie
llora ni se desespera, pues nada, tiene que ser buena, "de arte".
Y yo digo, pobrecito, como no le van a dar un premio al moribundo, ya que en la película parece que nadie sufre por él, pues todos sus "seres queridos" son personas muy templadas que censuran con frialdad la decisión del enfermo de dejar los tratamientos, expresando su desacuerdo mediante inverosímiles diálogos y diatribas moralinas enmarcadas, claro, en la imperante corrección política. Vamos, que encima de cornudo, apaleado; moribundo y regañado.
Todo esto para que nada huela a melodrama. La intención del guionista-director, Cesc Gay, es que su obra no tenga tufo a telenovela. Pues sí que lo logra, pero a lo que apesta es a falsedad.
Y yo digo, pobrecito, como no le van a dar un premio al moribundo, ya que en la película parece que nadie sufre por él, pues todos sus "seres queridos" son personas muy templadas que censuran con frialdad la decisión del enfermo de dejar los tratamientos, expresando su desacuerdo mediante inverosímiles diálogos y diatribas moralinas enmarcadas, claro, en la imperante corrección política. Vamos, que encima de cornudo, apaleado; moribundo y regañado.
Todo esto para que nada huela a melodrama. La intención del guionista-director, Cesc Gay, es que su obra no tenga tufo a telenovela. Pues sí que lo logra, pero a lo que apesta es a falsedad.
El público nos dejamos chantajear emocionalmente en el cine, vamos a eso muchas veces, Hollywood lo suele hacer con gracia, pero me asombra que ahora también nos dejemos chantajear por una película carente de emociones. Pero como tiene un tono muy serio, seriesísismo, y de cosa muy
sesuda, tempo de aburrirse a morir, y como excluye toda posible expresión dramática,
pues da la falsa apariencia de película de "calidad".
No, señores de los premios,
Ladrones de bicicletas, es una obra de arte; El ángel azul, es una obra de
arte; La celebración, es una obra de arte. Las emociones y la profundidad en el
retrato de los personajes hacen una obra de arte, no la lentitud y
la frialdad. Truman no es una historia de emociones
contenidas, sino de ausencia de emociones, plagada de discursos pedantes.
No
en vano cuando veo en los carteles esos laureles que enmarcan los premios
obtenidos por una película, tengo por costumbre no ir a verla. ¿Qué
soy una exagerada? No, es que ahora el cine cuesta muy caro y mi tiempo es muy
valioso como para perderlos ambos en una tarde.