domingo, 31 de marzo de 2013

EL SNOB, EL PEDANTE Y EL CURSI: PRIMOS DE SANGRE

EL SNOB, EL PEDANTE Y EL CURSI: PRIMOS DE SANGRE         



Recuerdo el día que mi abuela paterna, Mary (mujer inteli- gente donde las hay), me definió la palabra «cursi»: «querer y no poder». Se me quedó grabado a fuego en la memoria y desde entonces no pude dejar de observar con mucho interés los rasgos de cursilería en las personas que me rodeaban. Comprobé que aquellos que intentan hacerse pasar constantemente por lo que no son,  reflejan, sin saberlo, un destello de falsedad, de incomodidad y de torpeza, que los delata. Pero cuidado: ninguno de nosotros estamos libres de tropiezos de cursilería; es, podría afirmar sin temor a equivocarme, un rasgo inherente a la condición humana.
    Por lo tanto… no me haré la tonta, confesaré uno de mis más ejemplares episodios de cursilería. Sucedió en la adolescencia, cuando un pretendiende riquillo me invitó a cenar con sus padres a un restaurante retelegante. Claro, yo no tenía ni un pinche vestido medio decente, así que mi amiga Ana me prestó de todo: una falda de su mamá, que se me caía; una blusa suya que me quedaba chica; unos aretes que me colgaban como pesas de hacer ejercicio: !un horror! !Gracias que nadie sacó una foto! Y luego, lo peor, yo no sabía  ni cómo comer aquellas exquisiteces, creo que tailandesas, y nada más miraba atenta para imitar como mono de feria lo que ellos hacían, como en película de Peter Seller. Acabé agotada de tanto querer ser fina y simpática. Todavía estarán reíendose del ridículo que hice los buenos señores, que eran, debo reconocerlo, muy amables.  A partir de ese dia, me rebelé contra querer hacerme la finolis: lástima, no nací para comer con tenedor las costillitas adobadas.

Benito Pérez Galdós
 Rememorando los mejores personajes cursis que he leído, me viene a la mente Rosalía en «La de Bringas» de Benito Pérez Galdós. ¡Cómo la disfruté! Mujer volcada a imitar los usos de la corte, que para lograrlo, incurre en los disparates y  las villanías más desesperadas. La pluma magistral de Don Benito, como le digo yo por ser para mí tan entrañable, nos introduce en la vida y sufrimientos de una mujer empeñada en querer ser lo que no puede ser. Además de divertida (recuerdo pasajes que me arrancaron auténticas carcajadas), hay asimismo en la novela, momentos desgarradores de cursilería derrotada, la cual, claro, se convierte en patetismo puro y descarnado. http://www.biblioteca.org.ar/libros/92656.pdf


     Más tarde en mi infancia me encontré con el alegre término de «pedante»: individuo que a diferencia del cursi, sí tiene un bagaje de conocimientos con el cual impresionar a sus víctimas, así su relumbrón se circunscribe al conocimiento. 
   En cuanto un pedante entra en la habitación, un vientecito denso cubre el ambiente y empieza a disiparse la distensión y la algarabía de la reunión amistosa. Un tanto esperpénticos y penosos son estos personajes, pero inofensivos del todo, y además, motivo siempre de cuchicheos hilarantes a sus espaldas.      
      Tampoco me llevo a engaño, pues sé que todos incurrimos en algún momento en la pedantería. Todos alguna vez hemos sentado cátedra en los terrenos en los que nos sentimos fuertes, los cuales aunque sean un tanto triviales, los convertimos en trascendente. ¿Qué le vamos a hacer? No ocasionamos daños irreparables.
   
La idea del esperpento nos lleva, por supuesto, a recordar al inolvidable Don Gay de Valle Inclán en «Luces de Bohe- mia», contando a todos que ha copiado el único ejemplar del «Palmerín de Constatinopla» y afirmando que todo lo que no es inglés merece desdén; y qué decir de su próposito de fundar la Iglesia Española Independiente, imitando las costumbres anglicanas. Don Gay, ridículo e inofensivo como casi todos los pedantes, muestra las aspiraciones «pedantescas» de la época.
http://www.todoebook.net/ebooks/ClasicosEspanoles/Ramon%20del%20Valle-Inclan%20-%20Luces%20de%20Bohemia%20-%20v1.0.pdf   
    Pocos como Valle-Inclán podían dar voz con más precisión a un pedante, quizá sólo Moliere más de dos siglos antes, que salpica sus obras de múltiples pedantes.
   Hoy, el mundo nos regala nuevos tipos de pedantes, pero…, no nos engañemos, son los mismos perros con diferentes collarse. 

  
Siguiendo con el descubrimiento de términos en esta línea, me encontré finalmente con la palabra «snob», hoy castellanizada en «esnob» por la Real Academia, aunque yo me quedo con el snob de toda la vida, qué caray.
    ¡Gloriosa palabra en boca de todos, «snob»! Acrónimo de sans noblesse o sine nobilité: sin nobleza. Se tiene registrado el término snob desde el medioevo, pero su uso más extendido comienza en el siglo XIX, en las universidades elitistas de Inglaterra. En estos tiempos, el snob es un  «sin nobleza», pero no sólo nobiliaria, sino de carácter..., de alma, diría yo.
    Por sus pretensiones intelectuales, el snob se asemeja al pedante; y por sus aspiraciones de refinamiento y elegancia, al cursi.  Así como ni el cursi ni el pedante llegan a ser odiosos, sino únicamente ridículos y pesados, el snob sí que resulta una presencia desagradable. Ser una  mezcolanza de cursi y pedante es demasiado para cualquier temperamento, y el resultado es nauseabundo y amargo. 
    Pero ¿por qué son así? El snob desprecia todo lo que no se enmarca en los símbolos de prestigio, pero creo que lo desprecia con violencia y desde el resentimiento, y se comporta en consecuencia. El cursi y el pedante, sueñan que han alcanzado sus anhelos; el snob, sabe, en el fondo de su ser, que no, y se despercia a sí mismo.
     Los snob, a pesar de «existir» desde hace siglos, se han instalado en nuestros días como si éste fuera su tiempo. El principio de autoridad cutural, presente a lo largo de la historia, es hoy menos noble y más chabacano que nunca, y por ello los snobs ni siquiera tienen ya necesidad de cultivar las cualidades de un pedante. Por otro lado, los cánones culturales son hoy tan rebuscados, absurdos, y cambiantes (resultado de una «cultura» basada principalmente en consideraciones mercantiles), que convierten a los snobs en seres histéricos, casi ezquizofrénicos, que deben mudar constantemente sus criterios intelectuales. Han terminado por ser veletas que el viento de los intereses del estatus quo «cultural» define según le convenga, muy pocas veces sustentado en méritos artísticos. 

      Me parece que esto se evidencia en las artes plásticas, terreno donde nos quieren hacer creer que un lienzo tachoneado es una obra de arte. ¡Qué divertido es ver a los snobs frente a estas tomaduras de pelo, fingiendo casi un orgasmo! Y lo mejor: ¡comprándolos! Qué maravilla.
    !La cantidad de esfuerzos inútiles a los que se someten los snobs para tratar de codearse con los dueños reales del poder cultural y monetario! !Si supieran que éstos sólo los utilizan para venderles mercancías y llenar sus museos, teatros, restaurantes, etc...!
   

De este arquetipo   muchos podemos   salvarnos; sobre     todo los que nos     hemos resignado a ser unos auténticos nacos, horteras,      paletos, pelados      ordinario o a el         sinónimo de nuestra preferencia. Como yo,    asumida naca de pura cepa. Cucaracha tenía que ser…                                                         
    Pero, bueno, como tiene que haber de todo en este mundito en el que nos tocó vivir, como dice Cristina Pacheco, pues que los snobs lo disfruten, si pueden.          
     Mientras tanto yo me voy, aunque sea a una pata, a bailar con Lila Downs, que me canta muy bonito mi canción:


jueves, 28 de marzo de 2013

LA CUCARACHA, 1989


    A pesar de utilizarlo todos los días, no puedo dejar de maravillarme del uso y la existencia del ciberespacio.

  En 1989 conocí a un hombre muy interesante, Goyo, el dueño del muy entrañable bar de la Zona Rosa en la Ciudad de México, La Cucaracha. No sé bien porqué, pues no éramos particularmente amigos, una noche me contó que él estaba trabajando en la  creación de una especie de televisión de “ida y vuelta” que llegaría por la computadora, mediante la cual podríamos comunicarnos en tiempo real. Me quedé tan impactada que no pude dejar de interrogarlo, lo cual le sorprendió pues nadie parecía interesado; era algo que sonaba a novela de ciencia ficción. 

  ¡Cual fue mi sorpresa el momento en que apareció el internet! (Si alguna vez lees esto, Goyo, recibe un abrazo inmenso y mi agradecimiento, por supuesto. Bautizo este blog recordando aquellos tiempos).

 

   Pocas veces nos paramos a pensar en la capacidad de acercamiento entre los habitantes del planeta que la red ha generado; sólo lo usamos sin cesar. Hoy puedo mediante este medio, llegar al mundo entero y lo único que me separa de todos los hombres que se asomen a lo que yo digo en este blog, en el facebook, etc., es el idioma. 

   Sin embargo, estoy convencida de que en muy poco tiempo, los traductores automáticos serán una realidad. El guatemalteco, científico en computación, Luis von Ahn, está a punto de lograrlo con el concurso de todos, mediante los captchas.  Sí, aunque suene extraño.

Luis von Ahn ha lanzado el sitio Duolingo http://duolingo.com/  (el cual explica esta charla simpatiquísima en “TED talks”: http://www.ted.com/talks/luis_von_ahn_massive_scale_online_collaboration.html).


  El espíritu de la red toma una forma cada vez más afinada en nuestras mentes, con sólo utilizar las armas colectivas que nos ofrece. Algo tan simple como pedir consejo directamente a nuestros amigos en el facebook, antes aún de revisar las opciones de respuesta en la misma red. Si necesito un veterinario, por ejemplo, en lugar de abrir las páginas amarillas del internet, pregunto en mi muro si alguien sabe de alguno bueno. Y como eso, cientos de dudas más.

   La cercanía colectiva obtenida por el internet es una prueba de la inteligencia humana y su uso lo es igualmente. La libertad que me ofrece es extraordinaria y aquí está este blog para ejercerla.

¡BIENVENIDOS!