¿Por qué en México no tenemos un nombre de uso popular
para el coño?
Picasso, 1972 |
Me llama poderosamente la atención que en mi país,
México, en la intimidad o a nivel popular, el coño no tiene nombre. Hay algunas
palabras que se consideran soeces para citarlo: panocha, pepa, raja; sí, raja;
y cuando es inevitable enunciarlo, le dicen (yo, por supuesto, jamás), “la
cosita”, sí, la cosa en diminutivo.
En la intimidad hay una fuerte reticencia a
nombrarlo, y si no me creen, sólo recuerden sus momentos íntimos y verán que
simplemente evitamos mencionarlo, nosotras y ellos, por igual. Si como yo, alguna nos atrevemos a mentarlo por el nombre comunmente aceptado en lengua española, o sea, coño, la cara de estupor en
los oyentes es manifiesta, aun cuando intenten disimular.
Muchos desempolvan sus clases de anatomía y le dicen:
vagina, pero están usando la acepción incorrecta, pues el coño no es la vagina, y vulva, en
la intimidad suena a visita con el ginecólogo.
Curioso que en toda América Latina y en España se
regodean, y juegan con múltiples denominaciones populares del coño, pero
en México, no. Y me es imposible desentrañar el porqué, sin embargo, sí soy consciente del
pudor que tenemos los mexicanos para hablar libre y coloquialmente sobre la sexualidad, y eso debe formar
parte de la misma condición cultural por la que no nombramos al coño, me parece a mí. Algo que no tiene nombre es como si no existiera, lo hacemos casi invisible.
Preferimos recurrir al albur:
frases de doble sentido con connotaciones sexuales, a partir de las cuales se
entabla una especie de batalla entre dos contendientes. El que pierde es el
violado, el rajado. Imposible no citar a
Octavio Paz al hablar del alburero: “El vencido es el que no puede contestar, el que se traga las
palabras de su enemigo. Y esas palabras están teñidas de alusiones sexualmente
agresivas; el perdidoso es poseído, violado, por el otro”.
Siempre he
considerado el albur como un ejercicio adolescente y pueril, pues aun cuando parezca que
reviste mucho ingenio, resulta repetitivo, simplón y obvio. No obstante, lo que sí
trasluce es nuestra incapacidad para hablar o jugar con los conceptos e ideas
sexuales de manera abierta y frontal.
Ahora bien, volviendo al coño y su trasfondo cultural: la raja,
la rajada, el que se raja. Decía Paz: “El
ideal de la "hombría" consiste en no "rajarse" nunca. El
"rajado" es de poco fiar, un
traidor o un hombre de dudosa fidelidad, que cuenta los secretos y es incapaz
de afrontar los peligros como se debe. Las mujeres son seres inferiores porque,
al entregarse, se abren. Su inferioridad es constitucional y radica en su sexo,
en su "rajada", herida que jamás cicatriza.
¿Es por eso que no nombramos al coño en
la intimidad? ¿Porque supone una deshonra “ser una rajada”? ¿Porque no somos
de fiar?
Nu couché, 1972, Picasso |
Recuerdo cuando Miguel Sabido me envío una obra de
teatro suya sobre la conquista de México para que participara en el papel de
una española que le enseña su lengua a la Malinche, y entre las palabras que
refiería a la indígena estaba ni más ni menos que la palabra para llamar eso que tenemos entre las piernas.
Cuál fue mi sorpresa cuando leo que esta española de armas tomar, le enseñaba a
la Malinche que en español se le denominaba, según la obra, ¡la cosita! Quiero pensar que Sabido sabe muy bien
que en España se le dice coño o chocho, (en la Conquista ignoro si se le denominaba de otra
manera, aunque nunca, seguro, segurísimo, “la cosita”), pero imagino que de
manera inconsciente, “le ganó”, como decimos en México, el pudor. No sé cómo
habrán representado finalmente la escena, pues no pude participar.
No creo que la devoción religiosa explique el fenómeno,
pues, en otros países también muy devotos, esto no sucede. Brasil es un buen ejemplo
para usarlo a nivel comparativo. La primera vez que estuve en una playa
brasileña me quedé embelesada con la aceptación y el gozo con el que las mujeres
muestran y viven sus cuerpos. Y no me refiero solamente a las mujeres portentosas
que se ven por todas partes, no, sino a las mujeres gordas, flacas, viejas,
jóvenes, lindas y feas, que disfrutan su cuerpo con desparpajo. Su moral
católica no les nubla la sensualidad ni los ritos de la seducción.
¿Entonces por qué en México nos cuesta tanto
desprendernos de ese pudor paralizante? ¿Cuándo nombraremos en lenguaje
coloquial una parte tan esencial de la sexualidad y de nuestro cuerpo como es el
coño? Y le digo coño por ser el término universalmente aceptado en lengua española; porque en el
cono sur de América, por ejemplo, el coño también es, "la concha".
Quizá sea una pérdida de tiempo tratar de entender porqué
el coño es el innombrable en México. Quizá lo importante sea simplemente bautizarlo, y creo que darle un "nombre mexicano" al coño es labor de las
mujeres; quizá las nuevas generaciones ya usan alguno que desconozco, me
encantaría saberlo, aunque he preguntado y no he encontrado consenso de ningún vocablo.
Pero lo que está claro es que las mexicanas no somos
unas rajadas ni una rajonas y que así como jugueteamos con las ideas e
ironizamos con los conceptos, también podemos jugar con nuestro coño… ¡de
manera gramatical!, aclaro, porque si digo “verbal” o “lingüística”, se convierte
en albur… y a ver quién me responde...