Sobre
el pinche 2014, y mi postura sobre las elecciones del 2015
Pinche, sí,
no hay más que decir. Los mexicanos hemos vivido un 2014 de mierda en lo general;
en lo particular cada quien vivió mejor a peor, pero si para muchos era
clara la debacle nacional, la descomposición final del Estado, la impunidad y
la violación sistemática a los derechos humanos, desde este año quien no lo
vio es porque o participa en toda esta podredumbre o de plano está muy
necesitado de no ver.
Ayotzinapa fue el motor que nos puso en marcha porque se convirtió en la evidencia clara de la nueva y renovada guerra sucia,
ejecutada de bulto y en una sola noche contra normalistas, tres de los
cuales cayeron ejecutados extrajudicialmente y 43, desaparecidos de manera
forzada. Hoy sabemos, sin lugar a duda, que todas las fuerzas del Estado y todos los niveles de gobierno estaban
coludidos.
La diferencia ahora es que no hay marcha atrás, no hay forma humana de
“superarlo”, pues ya no podemos decir que no vimos, que esto no pasó y que no volverá a pasar. Entonces, ahora, si queremos vivir, además
de exigir justicia y la aparición de los compañeros, existe un asunto impostergable:
tenemos que deshacernos de este Estado criminal.
Sabemos que, por el momento, estos crímenes quedarán impunes, pues
el Estado los perpetró y el Estado no se va a castigar a sí mismo.
En México la impartición de justicia siempre ha sido la
base de la impunidad, la prebenda de los poderosos y el nido de ratas más
putrefacto imaginable. La
capacidad de corrupción en México ha sido históricamente descomunal, y el poder
judicial cierra el círculo pernicioso, pues nos deja sin salida, atrapados sin
posibilidad ninguna de justicia.
El aparato judicial en México es un negocio
monstruoso. La extorsión contra un detenido empieza desde el primer momento de su captura y hasta el final de su proceso y sigue en la cárcel, si entra en ella. No hay escapatoria. Todos los mexicanos sabemos que si no hiciste nada, pero no repartes lana,
te van a "entambar"; si cometiste un delito y no das lana, te va a ir mucho
peor que lo que está marcado en la ley. Si tienes lana e influencias, la libras
seguro. Y si eres un preso político, te jodiste. Este poder judicial es quien hace posible, hoy más que
nunca, la impunidad absoluta de los crímenes de Estado.
Pero
la corrupción no es sólo la extorsión, el saqueo y el abuso del poder, sino algo más bestial, y la palabra
nos ayuda a profundizar, pues es muy precisa.
La definición de corromper es:” Echar a perder,
depravar, dañar, pudrir”. Y cuando algo se corrompe, pierde su esencia.
Los Estados nacionales fueron creados para reunir las
instituciones que gobiernan y tienen la autoridad sobre pueblos determinados.
Los Estados nacionales protegen los intereses de la clase dominante, nos guste
o no, nos suene marxista o no, es así. Claro que para poder tener el poder y
el control sobre los pueblos forzosamente el Estado debe garantizar mínimos de
bienestar a los ciudadanos, de otro modo no se sostiene por mucho tiempo. Aun
los Estados totalitarios deben cumplir esta premisa.
Hoy los Estados nacionales
están incumpliendo con esta obligación, porque la crisis en la clase dominante
no permite el margen necesario para garantizar un mínimo de bienestar y aún
más, esa clase necesita hoy menos que nunca de la clase trabajadora, pues la producción
cada día es más tecnificada. Lo que sí necesita es mano de obra extremadamente
barata, y además, necesita materias primas en abundancia, pues de
otro modo, digamos que, “no le salen las cuentas”. México tiene ambas cosas,
manos de obra baratísima, y mucha materia prima de gran valor.
En 2014, el Estado y las corporaciones nacionales y extranjeras, se quitaron la
careta ya descaradamente. El Estado encarceló y ejecutó extrajudicialmente quién sabe a
cuántos ciudadanos en resistencia, aunque conocemos sólo algunos casos que se les
escapó a su control mediático y judicial: Tlatlaya e Iguala son los más
importante.
Por tanto, desde este 2014 sabemos que el Estado está dispuesto a asesinar, encarcelar y
desaparecer a quien se ponga en su camino, usando sus fuerzas o las de sus
paramilitares, alias el “crimen organizado”. Las corporaciones petroleras, mineras,
gaseras, madereras, etc, están volando como buitres sobre las riquezas o ya
están dentro del territorio y necesitan un pueblo que no les dé problemas. Para
hacerlo posible, el Estado debe mantenernos sosiegos, y un ejemplo de ello es la creación de la Gendarmería Nacional para "prevenir riesgos en procesos productivos". Así o más claro.
Muchísimos mexicanos
estamos, ahora sí, hasta la madre, y lo más importante de este 2014 es que nos dejó
claro que no hay posibilidad alguna de cambiarlo mediante componendas en la
clase política, pues es un cártel de criminales que se unieron en el “Pacto por
México”, por medio del cual mataron la poquísima resistencia política, entre
otras, contra las reformas económicas que están en el fondo y la superficie de la violencia en México.
Sabemos
también que estamos solos, pues los gobiernos de mundo y el grueso de sus
instancias supranacionales no harán nada contra estos criminales. ¿Por qué?
Porque quieren nuestra mano de obra baratísima y nuestras riquezas; ah, y
venderle al Estado mexicano muchas armas y servicios de mercenarios y
entrenamiento militar y policíaco. Tenemos el apoyo de una parte de los pueblos
del mundo y es invaluable.
Eso
de “despertarnos” ya es un concepto hueco, estamos ya desvelados de tantas
horas despiertos. ¿Vamos a seguir, ingenuamente, pidiéndole al Estado que
abandone sus intereses y proteja a los ciudadanos? Absurdo, ¿verdad? La
respuesta no la va a dar el Estado, no le vamos a arrancar nada, pues no va a
ir en contra de sí mismo.
Da
exactamente igual por quién se vote; como decía, el cártel que se
consumó en el Pacto con México hace que no haya diferencia alguna entre
partidos, aunque, en realidad, nunca la hubo. Y a las pruebas me remito:
reformas aprobadas en horas, sin discusión parlamentaria; represión
generalizada en todos los Estados, gobernados por unos y otros; e inexistente
separación de poderes. A
eso se le llama cártel, en economía y en uniones criminales, como el Estado
mexicano.
Yo
me pregunto: ¿Desconfiamos tanto unos de los otros que no somos capaces de crear un tejido fuerte que repela los abusos, que defienda, resista y construya, aun cuando vemos el peligro en el que nos encontramos? Pueblos indígenas sí han demostrado inteligencia y valor, y en lugar de hablar, en las condiciones más adversas posibles, han conquistado su autonomía del Estado criminal. Pero a pesar de su ejemplo, nosotros no somos capaces de ponernos de acuerdo con
nuestros vecinos para parar ni siquiera un atropello local, y ¿así queremos arreglar el país? Neta,
eso no tiene sentido. Para muchos la salida será buscar que alguien los salve, caerán en sus redes dentro de la urna electoral, y sentirán que han cumplido. Ojalá fuera tan fácil para mí.
No,
yo no voy a hacerle el caldo gordo a esta clase política criminal. No votaré
por ninguno (bueno, nunca lo he hecho), y por supuesto, no iré a legitimar ni
con mi presencia ni con mi voto blanco, nulo, negro, morado o rojo; nada de nada. Ah,
y también me valdrán auténticamente madres sus campañas políticas, sus dizque pleitos, su
propaganda y su avasallamiento mediático; para mí todo ese ruido de fondo no
existirá.
Los
padres y compañeros de los normalistas asesinados y desaparecidos por el Estado
mexicano pidieron que no votemos mientras no aparezcan, y por ellos y por todo
lo anterior, la siniestra farsa electoral no contará conmigo...