Por qué somos Ayotzinapa
Ayotzinapa detonó una revolución en México
porque nos estalló en la cara una verdad soterrada por miles de mentiras: que
el Estado mexicano desaparece a los ciudadanos que le estorban.
Hasta antes del 27 de
septiembre lo sabíamos, pero no podíamos probarlo de manera contundente, pues el Estado usó por años al crimen organizado como
chivo expiatorio para desactivar la resistencia y la lucha popular, o bien se hablaba
de desapariciones forzadas, registradas, sí, pero aisladas unas de otras. En el
México profundo las desapariciones forzadas son sucesos cotidianos, pero ocultos
tras la complicidad de las instituciones del Estado, y el silencio o la
persecución de los periodistas locales.
Eso se acabó
el 26 de septiembre cuando el Estado mexicano ejecutó extrajudicialmente a
seis personas, tres de ellas normalistas, y desapareció a cuarenta y tres.
El Estado quiso culpar otra vez al
crimen organizado y limitar la responsabilidad de Estado a un alcalde asesino. Sin
embargo, no ha tenido éxito, primero, porque el Estado es el conjunto de
instituciones a todos los niveles y órdenes de gobierno, así que le es imposible
exculparse -además de que los organismos internacionales lo registran ya como
crimen de Estado- y, segundo, porque cada acción y declaración del Estado en el
caso Ayotzinapa lo hunde más y más, pues las repetidas mentiras, omisiones,
imprecisiones y hostigamientos son prueba de su culpabilidad.
Las desapariciones son un arma importantísima
del terrorismo de Estado. Lo decía Carlos Fazio al recordar que los nazis la
utilizaban como táctica altamente eficaz para socavar la moral y la acción
de un número importante de personas en el entorno del desaparecido. Cuando
entierras a tu familiar, lo que sigue es la lucha por la justicia; cuando lo
estás buscando, la prioridad es encontrarlo, y aceptas ayuda hasta de tu
verdugo.
La
desaparición es un crimen muy peculiar; es un crimen fantasmal. Casi nunca
hay pruebas de lo sucedido, sólo la ausencia, el vacío, la nada. Contra eso es
casi imposible luchar, porque no existen evidencias de la desaparición ni cuerpo
del delito. Pero en Ayotzinapa se equivocaron, pues el Estado se llevó a
cuarenta y tres normalistas a plena luz de la luna. No desaparecieron
misteriosamente, sino que fueron perseguidos por la policía después de una
emboscada y un ataque que pudieron atestiguar varios medios de comunicación.
Los mexicanos aún en estado
de candidez, los que aún conservaban un poco de esperanza en las instituciones,
o los que simplemente volteaban la cara ante los crímenes del Estado mexicano,
se les acabó la inocencia, pues no hay modo alguno de no entender que el grupo
criminal que está en el poder hará lo que sea para no perderlo y, además, porque debe responder
a sus compromisos con las grandes corporaciones.
Por supuesto, los 43 son la
gota de derramó el vaso. Pero hay diferentes vasos. La rebelión
popular a raíz de Ayotzinapa circula en varias pistas: una, la de pueblos y comunidades
devastados por años, décadas, siglos, y que se expresa de maneras más
decididas, con tomas y destrucción de instalaciones gubernamentales, y creación
de alternativas de poder popular. Estas son las comunidades que están sufriendo
directamente la devastación de los letales proyectos privatizadores y de
explotación del territorio: minas, gas, petróleo, agua, litorales; además, de
la ancestral lucha contra los caciques y políticos de la región, y la más
reciente, contra el crimen organizado, paramilitares encubiertos o verdaderos
grupos criminales.
La segunda pista está en las ciudades, donde
la clase media se expresa en manifestaciones, expresiones artísticas y redes
sociales. En los barrios pobres de las ciudades también se mueve la primera pista, claro, y aquí
la destrucción del tejido social es mayor por el desarraigo y carencia de
relaciones comunitarias propios de las urbes, aunque comienza a tejerse de
nuevo gracias a esta rebelión popular.
¿Qué sigue?
Nadie puede predecirlo, pero lo que sí podemos afirmar es que el descontento
nacional hacia el Estado mexicano es tan grande, que hace imposible su
permanencia en el poder por mucho más tiempo, al menos con su composición actual. No
existe gobierno alguno que pueda sostenerse con un malestar tan amplio, ni
siquiera mediante la represión. En México nos han hecho casi inmunes a la
barbarie, por lo que el terrorismo de Estado se está viendo en aprietos para
paralizarnos por terror.
La inmolación
de un campesino en Chiapas marca también un antes y un después. Cuando se ha
llegado a un nivel de desesperación tal salvaje, las cosas no pueden volver a
ser las mismas.
Algo va a
tener que cambiar. El gobierno intentará alguna permuta, posiblemente
sacrificará al tontín de Los Pinos, o quizá sean tan obtusos o están tan desesperados que
no den su brazo a torcer ni siquiera con una respuesta maquillada a las
demandas populares. Como Estado totalitario -que no fallido-, hasta ahora ha
respondido con más militarización creyendo que podrán controlar a todo el pueblo
movilizado. Pero, ¿a cuántos están dispuestos a asesinar para contener la
rebelión? Tendrían que realizar un genocidio aún mayor al que llevamos ya, con
más de 100 mil asesinados y 30 mil
desaparecidos en ocho años, pero, claro, esto será asimismo su tumba. Conclusión:
tarde o temprano se quedarán sin salida.
Sea como sea, para nosotros,
el único camino es la movilización en todas sus expresiones, eso me parece
indiscutible, pero sobre todo, dialécticamente inevitable.
Muy buema Página, Siempre con Ayotzinapa. Saludos Yhanis Parker.
ResponderEliminarMuy bien Ana ademas creo que debemos abrir muchos frentes de batalla uno que es temido por el narcogobierno seria presentar una denuncia por delitos de lesa humanidad en la corte internacional de la Haya, todas las acciones cuentan y tu activismo es importante , mi sincero reconocimiento para tu labor
ResponderEliminarAún no he visto un grupo que lleve a cabo esa acusación del Estado en la corte de la Haya ¿habrá quiénes lleguen a hacerlo? espero que sí. Muy buen artículo Ana, saludos.
ResponderEliminarme gusta tu bloc
ResponderEliminar"Cuando el pueblo teme al Gobierno... eso es Dictadura. Cuando el Gobierno, teme al Pueblo... eso es Libertad!" Thomas Jefferson
ResponderEliminarEl cambio que se dará en México, inevitable (por más que la resistencia del, ahora poder, lo niegue o aun no lo crea), es un ya proceso social de evolución a una forma social cualitativamente diferente y repercutirá en las demás sociedades nacionales en el mundo, al menos del mundo occidental. Esta lucha social mexicana, la nuestra, es ya la respuesta de defensa contra el capitalismo en su más alto grado de salvajismo.
ResponderEliminarCuando algunos “pensadores” ponen en duda el cambio argumentando que esto es solo una serie continuada de marchas y protestas sin un fin u objetivo claro, ocultan o ignoran que los cambios no se dan de un día a otro y que el cambio va haciendo camino al andar. México y el mundo bajo el neoliberalismo están encontrando la salida. Vamos a otra tipo de sociedad y esa sociedad será más igualitaria y más humana. Esto no es solamente asunto de fé, es asunto de evolución
gracias por compartir tu blog y al igual que lo que publicas en facebook nos informamos de lo que está pasando al momento ahora también me informare mediante este blog y así informar a otros en lo posible, saludos
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar.....YA TENEMOS A NUESTROS MÁRTIRES, CON ESO HAREMOS NEGOCIO Y CHINGAREMOS MAS AL SISTEMA
ResponderEliminarY QUE LOS "ESTUDIANTES EJEMPLARES" MUERTOS; VIVAN EN NUESTROS OSCUROS PROPOSITOS DE DESESTABILIZAR A MÉXICO !!
---VOLTAIRE---